Siempre he pensado que en el diccionario del día a día hay tres tipos de palabras. Las que acarician. Las que se abstienen. Y las que duelen.
Me preocupan especialmente estas últimas. Su carácter rotundo las hace despiadadas. Las viste de incertidumbre. Y las peina con nuestro miedo. Son palabras que escuecen, sudan, estresan y muerden.
Esta semana las he visto. Volaban rasas a pocos metros del suelo, esperando la suerte débil de unos cuantos infelices. He olido su pulso nervioso y esos dedos de hielo con los que otorgan cuando callan. Entre otras lindezas, me han dejado un “no” mustio, un “finalizado” muy borde y hasta un “gracias”.
Y me he sentido tan absurda como un domingo sin electricidad. Ansiosa y estática. Con el único consuelo de avisaros.
miércoles, 30 de marzo de 2011
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