Las navidades en las que aún no faltaba nadie.
Los Reyes Magos que no conocían a mis progenitores.
Las estrellas de Sant Feliu de Guixols.
El Sur de mi padre.
La piel de mi sobrina prematura.
Los ojos de Ego, mi primer gato.
La disciplina de mis notas de junio.
La primera mano de mi primer amor.
Mi constancia.
Las cosquillas fraternales de mi infancia.
La voz de Antonio Molina.
El miedo a la muerte.
El aliento de mi profesora de filosofía.
El olor de los bollicaos.
La ingenuidad.
El color de mis libretas de matemáticas.
La sangría en las tardes de mi adolescencia.
Y las cartas.
Aquellas cartas.
O ese trozo de mí que se escondía en sobres de color blanco.
miércoles, 26 de octubre de 2011
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