A veces me hablo bajito y me digo al oído cosas terribles.
No son lamentos. Ni reproches. Ni resquicios silábicos feos.
Es un discurso oscuro (con mano negra incluida) que huele a recortes, malversación y paro.
Lo suyo sería ignorarme, calzarme unos cuantos suspiros y esperar que no muerda con saña la cuesta de enero.
Pero la cosa está mal, oye.
Y las ganas del 2012 andan muy cojas de panes, peces y sueldos.
A veces me grito bajito que la solución pasa por contar euros. Y aferrarse a la santa madre Europa y a esa fe hambrienta que nos crece en el noreste del cerebro.
Pero igual no, oye.
Igual es mejor que la impotencia nos pille (mal y pronto) con el escepticismo ardiendo.
lunes, 12 de diciembre de 2011
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Brillante mi musa, como siempre.
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