Sólo la noche escucha a los que se hacen preguntas sin interrogantes.
Sin reproches ni corsés, la noche agita a la impotencia, a la inspiración, al deshabito y a la tristeza crónica. Cuando se apagan las luces, nace el insomnio, el ruido del silencio, el secreto mal contado y la soledad de nuestro propio olor. Porque no hay soles canallas ni lunas vírgenes, la noche calla mientras la mañana habla.
Lo dijo Nietzsche y lo dice el ánimo. Los suicidas, las hadas, los lujuriosos, las brujas, los impacientes e incluso los buhos (con tres copas de más) son hijos de la oscuridad más cruel. Por mucho que duela y por poco que cure.
La noche, durmamos o no, es propiedad absoluta de los que sueñan.
miércoles, 8 de diciembre de 2010
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