Si alguien (tú, él, ello u ella) vuelve a llamarme “especial”, lo envío lejos. Y entendamos por “lejos” el horizonte más infinito.
Ser “especial” es como ser “diferente” pero con una sílaba menos. Es un agravio, una falacia y una inconcreción que cotiza a la mínima. Por definición y significación es el colmo del no-ser. Es aburrido, vacío, inverosímil, y menos útil que llevar una T10 en el bolsillo.
Yo no quiero ser “especial”. Yo me pido ser “cualquiera” con pulmones y alma. Y si me preguntas “quién”, me escondo en mi casilla verde y no salgo hasta que saque un seis.
Crezcamos señores. Que con tanta tontería se me ensucia la calma.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
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