miércoles, 30 de marzo de 2011

Esas dichosas palabras

Siempre he pensado que en el diccionario del día a día hay tres tipos de palabras. Las que acarician. Las que se abstienen. Y las que duelen.

Me preocupan especialmente estas últimas. Su carácter rotundo las hace despiadadas. Las viste de incertidumbre. Y las peina con nuestro miedo. Son palabras que escuecen, sudan, estresan y muerden.

Esta semana las he visto. Volaban rasas a pocos metros del suelo, esperando la suerte débil de unos cuantos infelices. He olido su pulso nervioso y esos dedos de hielo con los que otorgan cuando callan. Entre otras lindezas, me han dejado un “no” mustio, un “finalizado” muy borde y hasta un “gracias”.

Y me he sentido tan absurda como un domingo sin electricidad. Ansiosa y estática. Con el único consuelo de avisaros.

sábado, 19 de marzo de 2011

Orgullosa de mí

De mis manías.
De mis recuerdos.
Y de ese aire que guardo en el ánimo cuando llueve mucho.

Orgullosa de mis uñas.
De estos dos ojos casi negros.
Y esos 50 quilos que pesan tan poco.

Orgullosa de mi intuición.
De mi intención.
Y mi vocación.

Siempre frágil.
Y siempre otra.
Por mí y conmigo misma.
Yo.

viernes, 11 de marzo de 2011

Dame amor y dime tonto

Y te dices mil veces lo que te dijeron otros.
Que no. Que ese espécimen no era para ti. Demasiado bajo. Demasiado alto. Demasiado simple. O muy complejo. Un auténtico egoísta. Y un idiota.

Y te cuesta entender cómo tú (con tus inquietudes y virtudes) acabaste en los brazos de un tonto cualquiera. Tú y tú. Tan lista y tan mona. Tan precavida y tan cauta. Más escéptica que la sombra de una esquina. Y sin embargo ahí estás. Embargada de reproches. Con menos alma que un sello. Ofuscada y encogida. Triste.

Y te buscas en los demás, que son esos otros que también se equivocan. Hasta que te susurras “basta”. Eso sí. Siempre y solo después de pagar el peaje del tiempo.

Y un día llega este día. El día en el que te quitas, sin ningún esfuerzo, el par de zapatos de cristal que esclavizó tu destino con bailes muertos.