lunes, 28 de febrero de 2011

Por solo 5 sílabas

El adjetivo fetiche de este país es (con el cabreo que me otorga el cabreo):“des-me-su-ra-do”.

Desmesurado el poder de la demagogia que se intuye (y se GRITA) en los bares, por la madre que parió a la impunidad.

Desmesurado el rol de los medios y de esa mano que mece la cuna denominada Telecinco.

Desmesurado el recorte arbitrario de los políticos que, con las tijeras de las arcas públicas, nos están dejando sin un puto dibujo para colorear.

Desmesurado el conformismo que nos crece de la impotencia, y nos envía a Alemania para evitar eso tan feo de borrar parte de la experiencia en el currículum.

Desmesurado Mourinho y su discurso de entrenador “interplanetario”.

Desmesurado el meteorólogo que pone iconos de lluvia en todas las esquinas de los mapas de nuestros fines de semana.

Desmesurado el índice de chanchulleo que huele a nuevo rico.

Desmesurado todo, mucho y a cualquier hora.

- Póngame 20 “desmesurados” más, por favor. Que son gratis.

lunes, 21 de febrero de 2011

Un hada, dos hadas, 3 hadas

Discuto mucho con mi sobrina sobre la existencia de las hadas.

La niña (que tiene 7 años y una capacidad notable de comportarse como una auténtica Leo) me desafía con todo tipo de argumentos racionales que me obligan a plantearme si dejar de comerme las uñas vale la pena en estos tiempos.

Para ella es un juego. Para mí, otra lucha.

Desde lo más profundo de los despropósitos le explico, una y otra vez, que sin hadas seríamos muy poquito de lo que somos. No podríamos mezclar colores, ni tararear canciones, ni disfrutar de ese vértigo que unos días nos produce miedo y otros, rabia. Ni tener cosquillas. Ni…

- ¿Cosquillas tampoco, tía?
- Tampoco. Sin hadas, nada de nada.

Cuando me canso de manifestarme sola en la plaza del comedor, dejo a mi sobrina en el sofá, ensimismada en su “no”, envuelta en esa rotundidad que solo viste a las princesas desconcertadas.

Y a los pocos minutos la escucho acercarse, con un silencio felino, arrastrando sin saberlo el peso invisible de sus alas.

lunes, 14 de febrero de 2011

14 de febrero

Reconozco que no. De sentimental tengo lo mínimo. A veces, incluso menos.
Cuando me hablan de romanticismo me acojo a Poe, que el amor de por sí tiene mucho de vampírico y nada de verbo.

La familia me parece un bien necesario. Los amigos (los pocos, poquísimos que tengo), un acto de fe. Y del resto de sentimientos, sé mal. La sensibilidad y la ironía cotizan a la alza pero digámoslo, son los ingredientes básicos de un buen número de platos fríos.

Si me dicen que caí, lloro por dentro. Como los grifos cerrados, los pantanos deficientes y las cuerdas de las guitarras. La realidad me duele. La verdad me oxida. Y si tú me dices ven, hasta puedo salir corriendo.

Sirva esta declaración de inicios para manifestar mi admiración por los que saben llorar con los ojos muy abiertos. Por los que desechan Kleenex a golpe de miserias. Por las que se les corre el rimel, y por todos aquellos que se dejan las pestañas cortas.

Reconozco que sí. Yo quisiera reir…como llora Chavela.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Arte

Lo mejor de ser géminis (me refiero al hecho de ser “presuntamente” inestable, versátil y voluble) es que, en cuestión de horas, puedes pasar de escribir sobre negro a escribir sobre blanco sin que te tiemble el pulso ni la conciencia. A este curioso fenómeno algunos los llaman frivolidad. Pero no. No de la buena. Juro, por todas las palabras que me sé, que es pura supervivencia.

El arte de cambiarse de acera, de renglón o de silla tiene su complejidad. Para empezar, hay que moverse. Y moverse, con la humedad meteorológica y mental que está cayendo, tiene sus riesgos.

Al verbo “moverse” hay que sumarle el desgaste proporcional de coherencia / sentido común implícito. Y restarle el conformismo ambiental, la pereza universal y las pocas ganas de tener ganas.

El resultado (para los que se atrevan), ya adelanto que da un número negativo y primo. Muy primo. Pero es que la matemática literaria tiene estas cosas.

jueves, 3 de febrero de 2011

Ay

Entre la neurosis y la multidosis anda medio planeta. La “princesa” de Sabina, por el principio de sus principios, ha pasado a mejor vida. Y que el maestro la tenga en su gloria. Amén.

Los expertos aún no lo saben, pero las puntas de todos los lápices del mundo se nos están desgastando en exceso. Entre los ni-nis y los noes, entre los grises y los negros, ni siquiera cabe un paréntesis anoréxico.

Que por quedar, ya no nos queda ni el sutil acento de la palabra “solo”. Nos estamos quedando “solos”. Pero “solo” “solos”.

Y eso duele.