viernes, 28 de enero de 2011

A oscuras

Ves “Redes”. Intentas des-sintonizar Telecinco. Haces yoga. Cuentas hasta 100 después de enterarte de que “el Cuco” sigue negándose a declarar. Respiras hondo. Escribes a mano, poseída por una especie de fuerza que sólo dialoga con la impotencia. Llenas un folio. Por delante y por detrás. Inspiras. Y expiras. Echas mano de Saramago. De García Márquez. De Gil de Biezma. De Cortázar. Recuerdas todas las veces que leíste esas frases que en su día cargó la inteligencia. Las localizas pronto. Siguen ahí, impasibles, subrayadas por un lápiz indefenso. Y te preguntas por qué, cómo, cuánto.

Y sobre todo, cuándo tendrás el valor de cerrar tu maleta y alejarte sin que te vean con lo poco que te queda de coherencia.

miércoles, 19 de enero de 2011

Hay

Hay días oscuros y días opacos.
Doy fe de que los opacos son los peores.
Se te agarran a los huesos con una fuerza parasitaria atroz y te chupan hasta el calcio sin permisos ni perdones.

A los días opacos deberíamos castigarlos sin cena, sin tele y sin paga semanal. Sumirlos en la más sumisa indiferencia y sacarles la lengua. Ponerlos de rodilla y obligarlos a copiar 100 veces “no volveré a ser un día opaco”.

Así, y sólo así, aprenderían que las personas humanas somos una y no 51.
Y que tenemos alma, coño.

viernes, 14 de enero de 2011

Un enero quiero

Entre alusiones e ilusiones se nos ha colado en el 2011 un enero más bien rana. Ni caluroso ni frío. Y tan ingenuamente húmedo como esas lágrimas de cocodrilo que corren poco y mal por las mejillas de los críos más consentidos.

Este enero en el que vivimos huele a marzo y sabe a octubre. Hablar habla por los codos, pero se defiende de forma cobarde con excusas banales aún no recicladas.

En otro contexto legal, creo que solucionaría este despropósito con una buena dosis de humo + cafeína. Pero tal y como está el patio me pido sofá, película y manta. Hay que joderse.com / 2.0.

sábado, 8 de enero de 2011

Salir corriendo

No.
No voy a hablar del Día de Navidad. Ni del de Fin de Año. Ni de la Noche de Reyes. Ni de los excesos irresponsables, inconscientes e inusitados de comida y bebida.
Ni del hastío de mi tarjeta de crédito.
Ni de la Familia (escrito así, con la inicial en mayúsculas).

No.
No voy a hablar de cómo me ha bajado la tensión estos días por culpa de tanta conversación / discusión / punto de vista estúpido.
Ni de las mil veces que he contado mil, antes de quemar la casa y coger el primer avión que saliera del Prat.

Pues no.
Aunque suene cobarde, insulso o superficial, hoy sólo voy a hablar de esa voz inconsciente que lleva 20 días susurrándome en el ánimo:

“Montse, cierra los ojos y sal corriendo”. Sin zapatos. Sin reproches. Con lo puesto.

Y después, justo después, “GRITA”.