jueves, 23 de septiembre de 2010

Los verbos de mi septiembre

Madrugar.
Bostezar.
Abrigarme.
Desabrigarme.
Estornudar.
Hablarme bajito.
Ir / venir / ir / volver.
Asombrarme (así…con la boca muuuuy abierta).
Olvidarme el paraguas.
Mojarme.
Mojarme más.
Intentar (muchas cosas pero, sobre todo, peinarme).
Subir en ascensor.
Mover los dedos de los pies.
Y estar.
Sí. Estar.
Aunque sea poco y sin estar siendo.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Nos

Podemos envejecer juntos. ¿Quieres?
Tú pones la sed y yo mil cubos de agua.
Y luego cambiamos, para que el sol de otoño no nos pille en desventaja.

Podemos despertarnos juntos. ¿Te imaginas?
Tú pones la luz y yo abro los ojos.
Y en esas, dejamos que la calma savia nos abra las ventanas con sus alas.

Podemos abrazar nuestras arrugas. ¿Si?
Y entonces jugar juntos a redibujarlas.
Yo te dejo mi cuerpo y tú tus ganas.

Y al atardecer andamos, cogidos de la mano mediante ese hilo de libertad que no entiende de reproches ni de palabras.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Digo

Cuando las cosas se ponen feas suelo esquivarlas. Me escondo en mi “mí” y me paseo por mis alrededores hasta que mi propio “yo” me da un golpecito amistoso en la espalda y me cuenta eso de que en esta vida hay que ser valiente, levantar la cabeza y mirar de frente a los ojos, como cuando se brinda con vino o cava del bueno.

A fuerza de los golpecitos amistosos de mi propio “yo” he aprendido a masticar todo tipo de alimentos sólidos, a digerir los trozos más sucios de la realidad y a buscar oportunidades hasta en los contaneirs. Y reconozco que, desde que practico esta técnica tan poco ortodoxa, las cosas feas son menos feas y además me río el triple.

Sirva esto de consejo / sugerencia / “lo dejo ahí” para los que siguen pensando que un “no” es mucho más que un “no”.

Pues no.
Mancharse el corazón, en los tiempos que corren, tiene premio.