lunes, 29 de marzo de 2010

Eso que soy

A veces Mary Poppins.
A veces lágrima.
A veces de cartón.
Y otras de papel.
A veces luz verde.
O daiquiri de fresa.
A veces entre sábanas dentro de un vaso largo con hielo.
Y siempre que me dejan, con las piernas cruzadas bajo gotas de sal en la parte más inestable del suelo.

viernes, 26 de marzo de 2010

Harta de

Pasar las páginas de los periódicos con apatía de la que ensucia los dedos.
Malgastar sonrisas cuando subo en el ascensor.
Tomarme esas dichosas pastillas azules.
Ver a gente que no mira.
Escuchar las historias de los que no oyen.
Que me digan que huelo a Nenuco.
Oler a tabaco.
No poder separar mis dientes de mis uñas.
Que diez minutos parezcan cinco.
Pensar qué pensarán de mí los que apenas piensan.
Que se consuman las velas en los restaurantes.
Quitarme la ropa para luego ponerme el pijama para luego ponerme la ropa.
Los domingos.
Los lunes.
Y los martes.

Harta de estar harta de mí.

jueves, 25 de marzo de 2010

Tengo

Una coneja “Belier” con orejas caídas que tenía que llamarse Romeo. Una protagonista de novela que cada día se parece menos a mí. Un piso de propiedad en el que no vivo. Unas ganas tremendas de vivir en él. Probabilidades remotas de que eso ocurra. Dos sobrinas con doble nacionalidad. Una madre que hace milagros. Un hermano que intenta hacerlos. Suerte a veces. Mala leche a menudo. Cuatro dedos para contar cuatro amigos. Trescientos números de teléfono en el móvil. Abrazos de serie. Y un resfriado que me tiene castigada frente a la pared de mi propio silencio.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Hoy me pide luz el argumento de esa criatura de papel que insisto en llamar novela

Siempre he querido escribir una historia sobre dos personas unidas por una “i”. Mejor dicho. Siempre he querido escribir una historia sobre dos personas unidas por una “y”, que se pronuncia como una “i” pero se escribe como una “y”.

Una historia escrita como las frases coordinadas que aprendíamos en las clases de lengua castellana en el colegio. Con una estructura simple. Un par de sujetos, un verbo y distintos predicados. Algo que no dé lugar a confusión (es decir, a suspenso en lenguaje académico). Algo que motive la vocación de ese profesor frustrado que escribe una frase con tiza en la pizarra para que una pandilla de inmaduros se atreva a bautizar su suma de palabras.

Siempre he pensado que esas dos personas tendrían un nombre de 3 letras. Dos consonantes y una sola vocal justo en medio, como los pesos que utilizaban las balanzas antiguas. Nua y Leo. Nua i Leo. Esos son los nombres de mi historia.

Siempre he imaginado que a Nua la vestiré de mujer frágil. Con aspecto de niña agitanada. Un corazón hermético, y una mente inquieta y libre. Ella será mi voz. La voz de la “escritora” que se mutila lentamente para escribir una historia. La voz de un alma, al fin y al cabo. Nua coserá mis frases con el ruido de mis dedos y el criterio de su personalidad. Porque una vez que Nua empiece a hablar yo la dejaré fluir, y me esconderé entre estos párrafos iniciales para no interferir en su destino ni añadir una palabra de más. No sea que me deje sola sin una vida que contar.

Leo será una marioneta de carne y hueso. Pero sin cuerdas de carne y hueso. Un ser de una simplicidad mezquina, como la verdad. Un espejo para Nua y un alivio para mí.
Leo será un regalo para todos los que busquen justamente eso: un niño que crece a la velocidad de un hombre.

martes, 23 de marzo de 2010

Ni porque sí. Ni porque no. Simplemente porque me lo pedían las teclas. O las ganas. O mi ego (que tampoco me voy a engañar). En un día como hoy. Con la primavera enseñando la pata por debajo de la puerta. Esa pata de lobo londinense disfrazada de sol. Sí. Justo cuando falta un mes para el día de las letras y las rosas, he decidido que nazca este blog.

Y que se parezca a quién quiera. O a quién quiera leerlo.