lunes, 27 de diciembre de 2010

Si un...

Si un día tengo una tienda la llamaré “rarezas” y me dedicaré a vender esas cosas extrañas que generamos los humanos.

- Póngame una risa a destiempo y un chiste mal contado, por favor.
- ¿Quiere una bolsita?
- No…gracias…me lo llevo puesto.

La tienda la pintaré de verde…verde pistacho o verde manzana. Abriré todos los días (por aquello de no dejar a nadie con la intención a medias) y, en vez de en euros, cobraré en abrazos. Abrazos largos, abrazos de color cielo o abrazos con un poquito de azúcar glaseada.

Cuando me canse de mi tienda, creo que la traspasaré. Y con los besos que me paguen montaré una librería. Una librería discreta, con mucha luz y un rincón con los mejores best sellers de todos los tiempos.

Y allí te esperaré, entre cientos de palabras gastadas y finales previsibles.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Esas palabras que me producen frio

Cuchillo.
Marido.
Rencor.
Nube.
Susurro.
Paro.
Escalera.
Aeropuerto.
Tacón.
Tos.
Pescado.
Iglesia.
Síndrome.
Y Navidad.

Sobre todo, navidad.

jueves, 16 de diciembre de 2010

En mí

Pídeme un café y deja que me siente ahí, entre la nostalgia y la desidia. Mejor sola. Sin camaradas, ni compañeros, ni caballeros. Sola yo, con mi taza y mis virtudes.

Dile a ese barman que hoy no me recete azúcar. Ni ron. Ni cucharilla. Ni esa espumilla que se evapora cuando suspiro en voz baja. Que me basto y que me sobro con ese trozo de glamour que intercambié con el diablo, cuando el diablo era mucho menos y poco más que una palabra.

Déjame que saboree mi presencia en blanco y negro. La presencia de los yo´s vagabundos. De los vestidos de sastre con talle alto. La de Audrey y la de Bergman. La que imaginas cuando caminas. Cuando te escondes, y cuando empiezas.

Pídeme ese café y no me hables de la crisis. Déjame con mi humildad, con mi actitud y sus matices. Que hoy no quiero bailes, ni promesas, ni guitarras.

Porque cuando el alma exige, no existe voz que sepa cortejarla.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Una oda

Sólo la noche escucha a los que se hacen preguntas sin interrogantes.

Sin reproches ni corsés, la noche agita a la impotencia, a la inspiración, al deshabito y a la tristeza crónica. Cuando se apagan las luces, nace el insomnio, el ruido del silencio, el secreto mal contado y la soledad de nuestro propio olor. Porque no hay soles canallas ni lunas vírgenes, la noche calla mientras la mañana habla.

Lo dijo Nietzsche y lo dice el ánimo. Los suicidas, las hadas, los lujuriosos, las brujas, los impacientes e incluso los buhos (con tres copas de más) son hijos de la oscuridad más cruel. Por mucho que duela y por poco que cure.

La noche, durmamos o no, es propiedad absoluta de los que sueñan.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Especialmente para ti

Si alguien (tú, él, ello u ella) vuelve a llamarme “especial”, lo envío lejos. Y entendamos por “lejos” el horizonte más infinito.

Ser “especial” es como ser “diferente” pero con una sílaba menos. Es un agravio, una falacia y una inconcreción que cotiza a la mínima. Por definición y significación es el colmo del no-ser. Es aburrido, vacío, inverosímil, y menos útil que llevar una T10 en el bolsillo.

Yo no quiero ser “especial”. Yo me pido ser “cualquiera” con pulmones y alma. Y si me preguntas “quién”, me escondo en mi casilla verde y no salgo hasta que saque un seis.

Crezcamos señores. Que con tanta tontería se me ensucia la calma.

martes, 23 de noviembre de 2010

La colada de los inviernos

Me despierto. Ni pesadillas. Ni sudor frío. Ni esas otras cosas que ocurren en las películas. Eso sí. Es madrugada y hace un silencio que pela. No tengo miedo, sólo sed y pensamientos.

La última vez que me desperté así, mi cabeza (que es algo parecido a una lavadora de octava generación) estaba acabando de centrifugar. Hoy no. Hoy, las ideas y las palabras restan húmedas y limpias en mi hemisferio más inofensivo.

Cierro los ojos. Las seco y las tiendo. Por la mañana desteñirán café y, con un poco de suerte, podré acariciarlas como se acaricia a los muertos.

Bebo agua. Respiro. Y con la misma inercia que da la inercia, me acuesto. Doblo las rodillas, las acerco al pecho y entre vacíos y huecos, con el disfraz de mi propio abrazo, me duermo.

martes, 16 de noviembre de 2010

Margaritas

A mí también se me pudre el ánimo cuando deshojo los periódicos. Sí. No. Sí. No. Sí. No. Y me da por cobijarme en la ficción de los libros que ya he leído, por aquello de reencontrarme con las mentiras que mejor conozco.

Hace meses que creo que no hay mal peor que el que late en los músculos ignorantes. Que somos todo o nada en función de lo que nos pesa el sentido común. Ese sentido común llenito de rarezas que nos define por lo qué pensamos, sin calibrar que lo qué sentimos duele más y cunde menos.

Me pido otra cerveza y cuento hasta 28. Dejo el periódico donde estaba y bebo para olvidar que bebo. Porque, como decía aquel, aunque tú no lo veas, esto que ahora lees, es una boa constrictor que se ha tragado un elefante.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Más

Creces.
Porque el cuerpo manda y el alma aprieta.
Te burlas de los centímetros y empiezas a contar los días, como el que cuenta números de teléfono, amigos de Facebook o anécdotas ridículas.
Y sabes que creces porque se te relaja el miedo.
Porque los cafés saben a recuerdos y las canciones a canciones.
Porque decir “ayer” te cuesta menos, y la boca se te llena de un “hoy” con el que nunca imaginaste que discutirías.
Y piensas en ti. En tú ti. Y en todas las veces que juraste que un “sí” no tenía precio.
Pero ya no lloras.
Ahora sabes que crecer es mucho mejor que despedirse.

martes, 2 de noviembre de 2010

Y

Y no entiendes.
Y no sabes.
Y no quieres.
Y te quedas con esas palabras que te resultan huecas.
Porque te da absolutamente igual tener los labios de Angelina Joly o parecerte a Nataly Portman.
Porque nadie te enseñó que la belleza es un grado y que, gracias a ella, puedes acceder a los rincones más privilegiados del alma.
Y sonríes.
Muchas veces.
Por inercia, o porque necesitas que alguien con los ojos vividos te diga que no estás sola.
Que siempre tendrás una mano. O dos.
Y vuelves a casa con eso. Con lo que queda del día y lo que te falta de noche.
Escondiendo y escondiéndote.
En ti. En tú.
Y en ese hueco en el que sólo tu cuerpo comprende.

martes, 26 de octubre de 2010

Y dicen

“No cambies nunca”, me dicen.

Aunque tu madre considere que eres lo más parecido al Gurb de Mendoza, no cambies.
Aunque no sepas hacerte la manicura francesa ni crezcas siete centímetros por obra y gracia del tacón santo, no cambies.
Aunque te apasione ver los partidos de fútbol en bares con hombres y humo, no cambies.
Aunque te venzan las miradas y la ironía se te vista de verde, por favor no cambies.
No cambies por activa ni por pasiva. Por centésima ni por milésima.

Y quédate ahí, entre los besos que das y los que sigues debiendo. Sencilla y absurda, como el compás del eco sigiloso de tus alas.

lunes, 18 de octubre de 2010

Demagógico e inofensivo, como los trucos de magia de toda la vida

En 3 palabras. No-lo-entiendo. No entiendo en qué minuto de máximo “share” (así llaman los idiotas a los índices de audiencia), el periodismo se convirtió en ocio mediático y el ocio mediático en una arma de destrucción masiva.

En 2 palabras. No-sé. No sé qué grupo de trileros televisados (y/o televisivos) nos cambiaron a Cenicienta por la Princesa del Pueblo de Paracuellos de Jarama. Así. Sin anestesia, ni referéndums. Con un par.

En 1 palabra. No. No al cinismo que convierte en héroes a marionetas que fermentan en la ignorancia. No a los titulares que imprimen verdades con tinta y sangre. No al odio que duele a terceros y nutre las arcas de los primeros.

Y, sobre todo, no (y nunca) a los enanos que a estas alturas dejan a Blancanieves en la puta calle.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Dentro

Necesitaba escribir. Cuando se me acumulan las palabras no soy nadie y huelo a nada. Necesitaba salir. Tocar la calle con las manos y vivir a la gente. Tragármela. Digerir su forma de andar, esos ademanes tediosos que retan al reloj. Necesitaba esconderme dentro de mis párpados y cerrar los ojos en intervalos de segundos. Fugarme de mi entorno y poner los oídos en blanco. Necesitaba música sorda. Y velas. Millones de velas dibujando un pasillo infinito. Mi pasillo. Ese que serpentea hasta perderse en el mar.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Los verbos de mi septiembre

Madrugar.
Bostezar.
Abrigarme.
Desabrigarme.
Estornudar.
Hablarme bajito.
Ir / venir / ir / volver.
Asombrarme (así…con la boca muuuuy abierta).
Olvidarme el paraguas.
Mojarme.
Mojarme más.
Intentar (muchas cosas pero, sobre todo, peinarme).
Subir en ascensor.
Mover los dedos de los pies.
Y estar.
Sí. Estar.
Aunque sea poco y sin estar siendo.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Nos

Podemos envejecer juntos. ¿Quieres?
Tú pones la sed y yo mil cubos de agua.
Y luego cambiamos, para que el sol de otoño no nos pille en desventaja.

Podemos despertarnos juntos. ¿Te imaginas?
Tú pones la luz y yo abro los ojos.
Y en esas, dejamos que la calma savia nos abra las ventanas con sus alas.

Podemos abrazar nuestras arrugas. ¿Si?
Y entonces jugar juntos a redibujarlas.
Yo te dejo mi cuerpo y tú tus ganas.

Y al atardecer andamos, cogidos de la mano mediante ese hilo de libertad que no entiende de reproches ni de palabras.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Digo

Cuando las cosas se ponen feas suelo esquivarlas. Me escondo en mi “mí” y me paseo por mis alrededores hasta que mi propio “yo” me da un golpecito amistoso en la espalda y me cuenta eso de que en esta vida hay que ser valiente, levantar la cabeza y mirar de frente a los ojos, como cuando se brinda con vino o cava del bueno.

A fuerza de los golpecitos amistosos de mi propio “yo” he aprendido a masticar todo tipo de alimentos sólidos, a digerir los trozos más sucios de la realidad y a buscar oportunidades hasta en los contaneirs. Y reconozco que, desde que practico esta técnica tan poco ortodoxa, las cosas feas son menos feas y además me río el triple.

Sirva esto de consejo / sugerencia / “lo dejo ahí” para los que siguen pensando que un “no” es mucho más que un “no”.

Pues no.
Mancharse el corazón, en los tiempos que corren, tiene premio.

lunes, 30 de agosto de 2010

Culpable

Sí. Voy a los bares a robar palabras. Y, como el que no quiere la cosa, siempre vuelvo a mi casa con trocitos de almas anónimas en los bolsillos.

Cuando las deposito en el mármol de la cocina aún respiran, como esos peces que agonizan en cualquier superficie antes de quedarse quietos, con los ojos abiertos y muertos. Me acerco a esas almas mutiladas de puntillas, descalza, con el mismo respeto que me produce enfrentarme al papel en blanco.
Sin saber si sabré.
Si podré poder.
Si mis manos serán lo suficiente precisas como para manejar un cúmulo de sentimientos ajenos.

Y, mientras siento como el temblor se va apoderando de mi osadía, escucho cientos de sensaciones hambrientas. De dolores que aún duelen, de sueños que rezan, de risas maltratadas. Y de miedo. De un miedo verde turquesa que transparenta autoestimas, inseguridades e impotencias.
Y entonces lo reconozco.
Es ese mismo miedo que yo me trago con mi café cada vez que decido ir a un bar a robar palabras.

jueves, 26 de agosto de 2010

O...

…eres de derechas o eres de izquierdas. O del Madrid o del Barça. O protaurino o anti. O con pelo largo o con pelo corto. O eliges tacones o zapato plano. O te gustan los gatos o prefieres los perros. O aquí u allí. O estudias o trabajas. O de los buenos o de los malos. O tuyo o mío. O vuelas con Evax o con Ausonia. O me dejas o te dejo. O es niño o es niña. O Mac o PC. O viernes o sábado. O rana o princesa. O me lo dices o me lo cuentas. O bebes Estrella o bebes Estrella.

Sin la letra “o” poco seríamos.
La “o” nos traiciona como en su tiempo nos traicionaron los calcetines blancos, los parches en las rodillas de los pantalones de pana, y el olor de los primeros cigarrillos. Somos algo, nadie o cualquiera en medio de millones de “oes”. “Oes” que nos dividen por antonomasia y nos unen por la gracia de Dios. Porque sin “oes” no habría debate, ni opción, ni insulto, ni guerra. Y el mundo vendría a ser una especie de hilera de individualidades cosidas con infinitas “ies”.

Y eso no vende. O juegas o no juegas. Y si juegas…¿cara o cruz?.

jueves, 19 de agosto de 2010

Su sino

Ella piensa sí.
E invierte buena parte de la mañana en recoser retales de un pasado común con un hilo imperceptible.

Él piensa no.
Y se apresura en desnudar el armario para llenar su maleta con excusas abotonadas.

En la puerta, dos bocas mudas se miran a los ojos con el ánimo mutilado.
Ella piensa sí. Él no.
Y una puerta se cierra con la voz callada.

domingo, 15 de agosto de 2010

Vacaciones

Que si me llamas, no estoy.
Que me he ido con mi séquito de soledades a tenderme en algún suelo fresquito. Sin toalla, sin zapatos, sin peinar. Con el ánimo como una patena y los latidos en verde.

Que si me buscas, no respondo.
Que me he perdido en mi tablero de parchís a fuerza de contar 20. Con mis ganas, mi silencio y mi cabeza. Sin más cargas que el peso de unos cuantos sueños cojos.

viernes, 30 de julio de 2010

Mi Credo

Kafka. Mi vida sin mí. Calle melancolía. Marina. Un lugar en el mundo. Juan José Millás. El sitio de mi recreo. Los amantes del Círculo Polar. El mundo amarillo. Al alba. Montserrat Roig. Camino. Corazón tan blanco. Antonio Flores. Mi vida en 65”. Nada. Campanella. Ojalá. Lorca. Amelie. Mañana en la batalla piensa en mí. Serrat. Desayuno con diamantes. Itaca. Platero. Y yo.

miércoles, 28 de julio de 2010

Lo que he pensado en los últimos 5 minutos

Tengo que cortarme el pelo, pero no quiero cortarme el pelo.
El cuadro de la pared de la cocina se va a caer.
Debería tener alas para poder volar sin tacones.
No sé por qué he puesto una lavadora con ropa de invierno.
El mes que viene, me dejo las uñas largas.
Rajoy sigue siendo gilipollas.
La nevera enfría demasiado.
Tendría que crecer un poco. Pero sólo un poco.
He de escribir en el blog algo que me haga sonreir.

domingo, 18 de julio de 2010

Ya lejos

Ayer le compré un billete de ida a mi nostalgia.
Tiré sus vestidos. Sus fotos. Sus nombres. Con mucho respeto y sin un ápice de rabia.
Le hablé de su nuevo destino. De olores desconocidos y sabores cordiales. De mi presente y de su futuro. Y de la necesidad de mis manos de abrazar con los dedos nuevas palabras.
Me miró sin mirarme. Me odió, lo sé.
Y entre sueños, la escuché insultarme como sólo insultan los que se sienten perdidos.

jueves, 8 de julio de 2010

Enamorada

De las calles estrechas que guardan besos.
De los veranos que huelen a sal.
De las sonrisas de los que sólo tienen sonrisas.
De los que creen en las cosas que respiran.
De los gatos negros que cruzan por donde quieren.
De los que saben llorar.
De esos músicos que tocan en el metro mirando hacia el suelo.
De las huellas que dejan los niños en la arena.
De los vasos vacíos y los ceniceros llenos.
De las nubes que se enfadan cuando llueve.
Y del color.
Del color que sabe a fresa.

lunes, 28 de junio de 2010

Me siento libre cuando me acuerdo de ti.
Cuando recuerdo todas las noches en las que me diste la mano a cambio de un beso. Sólo uno. La antesala de un sueño que nos despertaría desnudos. Y muy juntos.
Me siento libre cuando me tiemblan los dedos cada vez que dibujo tu sonrisa en los cristales empañados del autobús.
Libre y niña. Como fui. Como soy.
Transparente y cortante, como esos trozos de cristal que trae el mar a las playas de todos.
Vuelve.
Por favor.

martes, 8 de junio de 2010

La mentira desnuda (Cap.1)

(Fragmento)

Mi padre presumía de ser un intelectual fortuito. Intelectual, por la fascinación que le unía a todo lo que contenía letras, notas musicales e imágenes. Y fortuito, porque su sabiduría era una consecuencia directa de su aburrimiento durante el paso por la Facultad de filosofía. Mi madre podría haber sido cualquiera de aquellas chicas burguesas a las que mi padre acostumbrada a seducir en el bar durante no más de media hora de conversación. Cualquiera que hubiese conseguido no menguar sus ideales con palabras convencionales, tales como “noviazgo”, “compromiso”, “ajuar” y “convivir”. Pero no. Mi madre apareció después, en ese justo momento en el que aparecen las cosas que más se necesitan, y ambos empezaron a construir conjuntos vacíos de necesidades comunes.

A mi madre no le interesaba nada de lo que mi padre veneraba. Solía sacar el polvo que se acumulaba en sus libros, eso sí. Pero poco más. Por el resto, era ajena a sus intereses literarios, a sus gustos musicales y a todo aquello que se podía digerir con el cerebro. Mi madre era de estómago. Engullía cualquier cosa que pudiera masticarse, y no sólo me refiero a los alimentos. Tragarse el dolor apretando los dientes era su especialidad. Saboreaba los sentimientos amargos como si pudiera sentir cada uno de sus ingredientes en la boca del paladar. Y luego tragaba saliva. Despacio. A consciencia.

Si mis padres se casaron fue porque mi abuela paterna (adicta a la droga católica) no podía tolerar que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo la dejaran sin fe y con el “mono” de la vida eterna. Las cosas estaban claras. O sí o sí y como Dios manda. Y no hubo mucho más que discutir. Mi padre aceptó esperar junto al altar a la que ya era su mujer mientras mi abuela se santiguaba y mi abuelo sobrevivía a la soledad de su propia condena.

Mi hermano nació a finales de noviembre. Inicialmente tuvo más suerte que yo. La escasa lógica de mi padre hizo bien su trabajo y mi hermano fue bautizado con el nombre de Mario. Mario era un regalo para mi madre y un dolor de cabeza (diagnosticado como migraña) para mi padre. Lloraba. Lloraba. Lloraba. Y así unas 8 veces cada noche. Me contaban que mi padre, en un acto de adulto irreflexivo, se acercaba a su cuna y le preguntaba “por qué”, mientras mi hermano lo miraba perplejo y lloraba, lloraba y lloraba.

El niño creció con la incomprensión de mi padre en la retina. Mi padre lo miraba como el policía que observa al sospechoso, de reojo pero sin perderle la pista ni un segundo. Para él era una amenaza, un cartel de “no tocar”. Porque mi hermano (además de hiperactivo y ansioso) era travieso, inconsciente, ingenioso, extrovertido y tremendamente simpático. Ni reflexivo ni paciente. E inútilmente sutil.

jueves, 3 de junio de 2010

Deberías

Ser más ascendente y menos Aries.
Mentirte mejor cuando crees que no te mientes.
Caminar hacía atrás manteniendo el equilibrio.
Decir mucho más con dos palabras.
Escribir lo que te hace temblar.
Llorar mojando a los que no llevamos paraguas.
Mirarte a ese espejo que tienes en cada mano.
Mezclar con tequila el agua de Valencia.
Defenderte menos de los que caben dentro de ti.

miércoles, 2 de junio de 2010

Cosas que me llevaría a una noche desierta

Una caja con tres cerillas para jugar a la ruleta rusa.
Un vaso largo con miedo.
Montones de colillas vividas.
Un puñado de arena caliente.
Mi baraja de sueños con comodines.
Dos cucharadas de silencio.
Varios “síes” y un “no” de repuesto.
Incienso de color manzana verde.
La almohada de Aladino.
Una pipa de la paz.
Limón y sal.
El paraguas de Mary Poppins.
Y un interruptor. Por si se enciende la luz.

sábado, 29 de mayo de 2010

La mentira desnuda

(Cap. 1.- fragmento)

“Tu nombre será de piel” – vaticinó mi padre en un alarde de misticismo cursi.

Y me llamaron Nua.

Algunos padres (como el mío) deberían comprender que un nombre es mucho más que una denominación. De hecho, algunos padres (como el mío) deberían ser conscientes de las consecuencias que implican ciertos caprichos y dejarse aconsejar por el criterio de esa madre que, meses antes de parir, hizo una lista de nombres comunes y fáciles. Porque para complejidades ya están las de la propia vida.

Empezando por lo básico. Si a tu hija la llamas “Nua” tienes el 80% de probabilidades de que todo el que se cruce por su camino le pregunte (por lo menos una vez) qué significa y de dónde viene el dichoso nombre, lo que conllevará un desgaste considerable para la criatura en todas y cada una de sus fases de crecimiento social.

A eso hay que añadirle la connotación local del nombre. “Nua” en catalán significa “Desnuda” (sin ropa) y en castellano no significa nada, lo que te condena directamente a rodearte de personas que vivan en la ignorancia idiomática, por aquello de evitar el rubor de “Nua” (o sea, el mío) y poder culpar a tu padre (o sea, al mío) de haberse equivocado unas cuantas veces en la vida.

Sí.
Mi padre podría haber sido un “equivocador profesional”. Si tengo en cuenta todas las veces que dijo lo que no quería decir e hizo lo que no había dicho que haría, me sale un número alto y con decimales. Engañar, lo que se dice engañar, no engañaba. Era transparente como un trozo de vidrio afilado, por eso al tocarlo siempre sentía una especie de escalofrío que olía a sangre. A sangre inofensiva, pero a sangre.

Desde muy pequeña aprendí a jugar con él sin cortarme, como el que aprende a andar descalzo por las rocas sorteando los peligros de los terrenos desiguales. Lo abrazaba fuerte cerrando los ojos con fuerza, a la espera de sentir ese pinchazo que tantas veces había hecho gritar a mi hermano. Pero en lugar de dolor lo que yo notaba era un calor de color verde, un calor tranquilo y salado como las playas en las que crecí.

martes, 25 de mayo de 2010

De cuando fuimos letras, Mejide

Ser triste es no ser feliz, pero a veces estarlo. Ser triste es querer reír, y sonreír apenas. Ser triste es alegrarse el tiempo justo que se tarda en volver a tropezar con uno mismo. En una palabra, sobrevivirse. Cuando se es triste, ya pueden sobrarte motivos para dejar de serlo. Como alguien diría, la alegría se tiene, y en la tristeza se está. Al igual que ocurre con las ciudades, los países o los patios particulares, hay personas en las que siempre llueve. Gente que sólo es capaz de ver el sol dos días al año.

A esa gente va dedicada esta línea. Y ésta. Y ésta. Y todas las que hagan falta para soplar todas las nubes de sus únicos días. Sí. Que son suyos, y de nadie más. Que nada ni nadie se los estropee. Por favor.

domingo, 23 de mayo de 2010

En blanco y negro

Se me han adormecido las manos y he vuelto a sentirme impotente. "La edad nos convierte en vidrio hasta rompernos", me dice el médico. "La edad nos mata", le corrijo. Me he levantado temprano porque quería retirar la mesilla de la sala para ganar espacio. Pero hoy mis manos tienen sueño.

No sé si quiero ver a mis nietos. Me entristece que dibujen arco iris que yo veo en blanco en negro. Arco iris débiles, sin azúcar ni sentimientos.

Hace años que me instalé en la ficción de los recuerdos y por eso no veo colores en los cielos de papel de mis nietos. No sé qué excusa darle a mi hijo, ni cómo explicarle que soy la única superviviente de un mismo trayecto. Que hace años que me siento en la butaca de un avión que no aterriza. Que mientras volamos escucho el silencio autista de las palabras sordas. Y que caigo en un lugar distinto al que me despierto.

Me pregunto si los que sobreviven a un accidente pueden seguir viviendo. Me preocupa que mis manos no despierten cuando decida utilizar las tijeras para desgarrar la parte de soledad que me crece dentro.

sábado, 15 de mayo de 2010

Orgullosa

De ser de aire.
De aterrizar (cuando vuelvo a casa) en la ciudad más mujer de la Península.
De utilizar paréntesis mientras escribo.
De mirarme al espejo y ver a una niña.
De no superar los 50 kilos.
De caerme de la bicicleta para volverme a levantar.
De ser “Durmiente” como “La bella”.
De no hacer de mi inteligencia un muro.
De tener la sangre "blaugrana" y la autoestima “Guardioliana”.
De no saber llevar tacones.
De reirme con quién se ríe mí.
De llorar, otra vez, viendo “Desayuno con diamantes”.
De pedir perdón tres veces por semana.

Orgullosa de ti.

domingo, 9 de mayo de 2010

Alicia en el país de las pesadillas

Ni blanco ni negro ni gris.
Alicia (que soy yo) prefiere escribir su silencio en cuartillas de color azul. El nombre marca, seguro. Absurda inocencia la de mi madre, dispuesta a parir a una Alicia real en el país de las maravillas. A ver quién le explica ahora que no existen bosques con hadas en este siglo.

Alicia (que sigo siendo yo) se acuesta temprano para inventar un mundo más acorde con el de su sino. Precisamente ayer, vi un conejo curioso que arrastraba un reloj por el cuarto de baño de mi habitación. El paso del tiempo es pesado, me dijo. Abrí los ojos y el conejo desapareció. Me pasa a menudo. Sonrío satisfecha y camino indefensa por los senderos verdes de mi imaginación. Flores y duendes me abren las puertas y yo, confundida, les cuento que vivo feliz en un reino de causas perdidas. Personas de hielo, jefes apagados, niños con corbata, calles asfaltadas, bares desgastados, fuentes de rutina. Un país de hombres y mujeres con adjetivos.
No creces, Alicia. Y no crezco. El paso del tiempo es pesado, les digo. Crecer es correr y yo sólo corro cuando tengo frío.

Alicia (cuando es menos yo) se enfunda en un traje chaqueta de lino, ingiere café y se muerde los labios. Me habla de tú, me hiere, me agita. Es fuerte, perversa y competitiva. Yo juego con ella a hacer de mujer. Lloro en los lavabos, río en las reuniones, miento si respiro. No es fácil ser otra cuando se tiene el placer de haberse conocido.

La Alicia real es más que consciente del precio al que están las maravillas y, a fuerza de intentos, las imagina. Personas de azúcar, jefes soleados, niños con babero, calles de papel, bares confitados, fuentes de saliva. No quiero creerme que la realidad envejece sin contar conmigo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Patio interior

Padezco insomnio desde que me abandonó mi mujer. El azote de sus palabras frías me mantiene despierto noche sí y noche también. A menudo, me cubro con la bata que ella me regaló por nuestro aniversario, saco el taburete al patio y me quedo allí sentado como un gato de cera hasta que se me amoratan las manos.

Imagino que ese espacio irregular es la nariz de mi casa, mientras que la habitación (en la que no consigo pegar ojo) es una boca con tres dientes por la que se accede a un esófago ulcerado que desemboca en el comedor.

A veces, estando sentado al cobijo de la ropa tendida, veo como mis sábanas gotean. Y entonces caigo en la cuenta de que me he constipado.

martes, 4 de mayo de 2010

A medias

Cuando me dijeron que podía perder la pierna derecha pensé en mis dos pares de zapatos de invierno. La cicatriz resultante de la última operación estaba cubierta por una capa amarillenta de pus que me producía un dolor terrible, una especie de calambre que se me instalaba en el ánimo como si fuese un demonio infectado. Las curas diarias servían de poco. Un extraño mecanismo genético impedía que la herida sanara y, pese a que la previsión de los médicos era optimista, a medida que pasaba el tiempo crecía en mí la certeza de que perdería la pierna.

Alimenté aquella sensación durante semanas. Imaginaba que tras la pierna, por una cuestión de solidaridad orgánica, me amputarían el brazo, la oreja, el ojo y empezaría a vivir a medias, qué es como dice mi abuela que vive desde que se quedó viuda.

Entré en el quirófano al amanecer. Antes de caer inconsciente articulé los cinco dedos del miembro inferior derecho al ritmo de una sinfonía imaginaria que me remitía a Mozart. La anestesia me mantuvo como a un muerto feliz durante horas. Cuando desperté, y armándome de valor eché mano de la pierna, la encontré allí, en mi cama, entera, inmóvil y cubierta por un amasijo de vendas.

Y entonces, me arrepentí mucho de haber vendido la bicicleta.

domingo, 2 de mayo de 2010

Te mato y me cuento veinte

Yo siempre he querido ser de color azul como los pitufos pero mi madre, que es muy dada a mostrarse intransigente a la mínima de cambio, me obliga a ser blanca como todos sus antepasados. Se enfada mucho con mi hermana (que la pobre es muy tímida) porque en cuanto sale de casa, y la mira de reojo el hijo menos feo de la vecina, se pone roja, roja como los tomates maduros.

Mi padre, en cambio, desde que pasó una hepatitis apropiadérrima que lo tuvo dos meses en cama, se nos ha vuelto sincero. El otro día, sin venir a cuento, nos confesó que no le hubiera importado nada, nada casarse con una china, y entonces mi madre entró en cólera y se puso verde de la envidia.

A mí tanta contradicción familiar me trae negra. Y es que así no hay forma humana de poder ser un pitufo.

viernes, 30 de abril de 2010

Estoy allí

Como las mejores hadas, corro de puntillas por superficies silenciosas. Esas superficies son páginas de libros tintadas con palabras mágicas. Palabras que subrayo con lápiz de punta muy fina, en un intento por convertir mis trazos mal esbozados en líneas rectas. No lo consigo casi nunca, pero tampoco desisto. Sólo los cirujanos son capaces de dominar con precisión los secretos de la piel rectilínea.

Cuando las puntas de mis pies se cansan, me escondo siempre en alguna de las tres últimas páginas. Me desnudo sin hacer ruido y me acomodo en cualquier “jota” mayúscula.
Y apago la luz, sí.
Mientras el peso de las palabras finales pone a prueba mi fortaleza.

sábado, 24 de abril de 2010

Pues no, cabreada no

Estoy por escribir en todas las superficies habidas y por haber que no estoy loca. Y luego no sé si seguir con el estribillo de la canción de Mocedades con la que mi madre me alimentaba de cría, mientras yo no me dejaba alimentar. La cosa quedaría más o menos así: “…no, yo no estoy loca…estuve loca ayer…pero fue por amor…”.

Estoy por comprarme un megáfono y salir a la ventana para gritar que me paren el mundo, que yo me bajo. Que entre tanto mediocre, inmaduro/a, inconsciente, fascista y gilipollas ya sólo tiene sentido escuchar las declaraciones de Guardiola después de cada partido.

Estoy por ponerme a soñar que no sueño. Y luego dormirme. Sin más.

domingo, 18 de abril de 2010

La vida es

Miras las fotos de cuando eras una cría y te parece que eras la niña más preciosa del mundo. Tu madre te lo repito a menudo. Cada vez que dudas. Te miras al espejo y sigues pensando que esa cría preciosa sigue en ti. Cuando sonríes. Y cuando lloras.

Te fumas un cigarro y sueñas con volver a aquel parque en el que corrías feliz junto a tus padres. Pero no puedes. Y te consuelas pensando que has podido ponerle a tus mascotas los nombres que un día pensaste para tus hijas.

Y entonces te das cuenta de algo terrible. De algo que sólo puedes convertir en ficción.

jueves, 15 de abril de 2010

Motivos para dejar que me roben el mes de abril

Plou i fa sol, les bruixes es pentinen.
Compran libros los que no los leen.
Se agotan las rosas con espinas.
Se regala tradición disfrazada de ilusión.
No se celebra Santa Montse sino Santa Montserrat.
En abril enterramos a mi padre.
A mi tío.
A mi abuela.
E incineramos nuestro ánimo.
Abril no es un mes.
Es un nombre que sobrevive como polizonte en el calendario.

sábado, 10 de abril de 2010

Otra vez otra

Otra vez deshacer.
Reinventar.
Hacer que olvidas lo qué te duele cuando te acuerdas.
Otra caja.
Otro espacio para colocar la caja.
Otra pieza de puzzle sin puzzle.
Otro nombre.
Otro alguien que intento explicarte quién no eres. Y otra vez lo consiguió.

jueves, 8 de abril de 2010

Marina

Si es niña se llamará Abril. Con una hache invisible que convertiremos en secreto.
El nuestro será un secreto mudo, como los que esconde Ruiz Zafón “en los áticos del alma”.

domingo, 4 de abril de 2010

Antídoto

Escribo por las noches para respirar mejor por las mañanas. Como si juntar palabras no fuese sólo juntar palabras. Ni contar historias. O intentarlo. Como si la tarea de escribir fuera más objeto que verbo. Más materia que acción. Más almohada que tecleo.
Escribo por las noches para llenar mis pulmones de sueños. De caras. De manos. De gestos. De verdades y mentiras.
De principios y finales que son mucho sin haber sido.

lunes, 29 de marzo de 2010

Eso que soy

A veces Mary Poppins.
A veces lágrima.
A veces de cartón.
Y otras de papel.
A veces luz verde.
O daiquiri de fresa.
A veces entre sábanas dentro de un vaso largo con hielo.
Y siempre que me dejan, con las piernas cruzadas bajo gotas de sal en la parte más inestable del suelo.

viernes, 26 de marzo de 2010

Harta de

Pasar las páginas de los periódicos con apatía de la que ensucia los dedos.
Malgastar sonrisas cuando subo en el ascensor.
Tomarme esas dichosas pastillas azules.
Ver a gente que no mira.
Escuchar las historias de los que no oyen.
Que me digan que huelo a Nenuco.
Oler a tabaco.
No poder separar mis dientes de mis uñas.
Que diez minutos parezcan cinco.
Pensar qué pensarán de mí los que apenas piensan.
Que se consuman las velas en los restaurantes.
Quitarme la ropa para luego ponerme el pijama para luego ponerme la ropa.
Los domingos.
Los lunes.
Y los martes.

Harta de estar harta de mí.

jueves, 25 de marzo de 2010

Tengo

Una coneja “Belier” con orejas caídas que tenía que llamarse Romeo. Una protagonista de novela que cada día se parece menos a mí. Un piso de propiedad en el que no vivo. Unas ganas tremendas de vivir en él. Probabilidades remotas de que eso ocurra. Dos sobrinas con doble nacionalidad. Una madre que hace milagros. Un hermano que intenta hacerlos. Suerte a veces. Mala leche a menudo. Cuatro dedos para contar cuatro amigos. Trescientos números de teléfono en el móvil. Abrazos de serie. Y un resfriado que me tiene castigada frente a la pared de mi propio silencio.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Hoy me pide luz el argumento de esa criatura de papel que insisto en llamar novela

Siempre he querido escribir una historia sobre dos personas unidas por una “i”. Mejor dicho. Siempre he querido escribir una historia sobre dos personas unidas por una “y”, que se pronuncia como una “i” pero se escribe como una “y”.

Una historia escrita como las frases coordinadas que aprendíamos en las clases de lengua castellana en el colegio. Con una estructura simple. Un par de sujetos, un verbo y distintos predicados. Algo que no dé lugar a confusión (es decir, a suspenso en lenguaje académico). Algo que motive la vocación de ese profesor frustrado que escribe una frase con tiza en la pizarra para que una pandilla de inmaduros se atreva a bautizar su suma de palabras.

Siempre he pensado que esas dos personas tendrían un nombre de 3 letras. Dos consonantes y una sola vocal justo en medio, como los pesos que utilizaban las balanzas antiguas. Nua y Leo. Nua i Leo. Esos son los nombres de mi historia.

Siempre he imaginado que a Nua la vestiré de mujer frágil. Con aspecto de niña agitanada. Un corazón hermético, y una mente inquieta y libre. Ella será mi voz. La voz de la “escritora” que se mutila lentamente para escribir una historia. La voz de un alma, al fin y al cabo. Nua coserá mis frases con el ruido de mis dedos y el criterio de su personalidad. Porque una vez que Nua empiece a hablar yo la dejaré fluir, y me esconderé entre estos párrafos iniciales para no interferir en su destino ni añadir una palabra de más. No sea que me deje sola sin una vida que contar.

Leo será una marioneta de carne y hueso. Pero sin cuerdas de carne y hueso. Un ser de una simplicidad mezquina, como la verdad. Un espejo para Nua y un alivio para mí.
Leo será un regalo para todos los que busquen justamente eso: un niño que crece a la velocidad de un hombre.

martes, 23 de marzo de 2010

Ni porque sí. Ni porque no. Simplemente porque me lo pedían las teclas. O las ganas. O mi ego (que tampoco me voy a engañar). En un día como hoy. Con la primavera enseñando la pata por debajo de la puerta. Esa pata de lobo londinense disfrazada de sol. Sí. Justo cuando falta un mes para el día de las letras y las rosas, he decidido que nazca este blog.

Y que se parezca a quién quiera. O a quién quiera leerlo.