viernes, 10 de septiembre de 2010

Nos

Podemos envejecer juntos. ¿Quieres?
Tú pones la sed y yo mil cubos de agua.
Y luego cambiamos, para que el sol de otoño no nos pille en desventaja.

Podemos despertarnos juntos. ¿Te imaginas?
Tú pones la luz y yo abro los ojos.
Y en esas, dejamos que la calma savia nos abra las ventanas con sus alas.

Podemos abrazar nuestras arrugas. ¿Si?
Y entonces jugar juntos a redibujarlas.
Yo te dejo mi cuerpo y tú tus ganas.

Y al atardecer andamos, cogidos de la mano mediante ese hilo de libertad que no entiende de reproches ni de palabras.

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