jueves, 16 de diciembre de 2010

En mí

Pídeme un café y deja que me siente ahí, entre la nostalgia y la desidia. Mejor sola. Sin camaradas, ni compañeros, ni caballeros. Sola yo, con mi taza y mis virtudes.

Dile a ese barman que hoy no me recete azúcar. Ni ron. Ni cucharilla. Ni esa espumilla que se evapora cuando suspiro en voz baja. Que me basto y que me sobro con ese trozo de glamour que intercambié con el diablo, cuando el diablo era mucho menos y poco más que una palabra.

Déjame que saboree mi presencia en blanco y negro. La presencia de los yo´s vagabundos. De los vestidos de sastre con talle alto. La de Audrey y la de Bergman. La que imaginas cuando caminas. Cuando te escondes, y cuando empiezas.

Pídeme ese café y no me hables de la crisis. Déjame con mi humildad, con mi actitud y sus matices. Que hoy no quiero bailes, ni promesas, ni guitarras.

Porque cuando el alma exige, no existe voz que sepa cortejarla.

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