viernes, 17 de junio de 2011

No me llames Dolores, llámame Lola

Vale. Venga. Hoy os voy a contar un secreto.
Pero eso sí. Que nadie se lo diga a nadie. Todos mudos y con el candado de la cremallera puesto.

Hace cosa de un mes le robé una de sus 7 vidas a mi gata Lola. Haciendo un cálculo rápido, deduje 2 cosas: que 6 vidas son más que suficientes para hacer frente a la eternidad más eterna y que a mi Lola, ese peluche con uñas que duerme acariciada en mis huesos, no le importaría nada vivir con un poco menos de munición de repuesto.

Con mucho pudor me calcé su destreza, su porte y su riesgo. Y como el que susurra en el ruido, me inmiscuí en la rutina felina del indefenso. Ahora mismo ando descalza por las barandillas. Me acurruco en los cajones. Me camuflo en el silencio. Salto al vacío desde lo que me parece un abismo y caigo de pie, para sentir finalmente la libertad inconsciente de los que saben vivir con el peligro del intento.

Desde que vivo como Lola soy menos yo, pero soy más yo durante mucho más tiempo. Y lo mejor de todo (y ahí va el secreto)…ni siquiera pienso.

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