martes, 26 de octubre de 2010

Y dicen

“No cambies nunca”, me dicen.

Aunque tu madre considere que eres lo más parecido al Gurb de Mendoza, no cambies.
Aunque no sepas hacerte la manicura francesa ni crezcas siete centímetros por obra y gracia del tacón santo, no cambies.
Aunque te apasione ver los partidos de fútbol en bares con hombres y humo, no cambies.
Aunque te venzan las miradas y la ironía se te vista de verde, por favor no cambies.
No cambies por activa ni por pasiva. Por centésima ni por milésima.

Y quédate ahí, entre los besos que das y los que sigues debiendo. Sencilla y absurda, como el compás del eco sigiloso de tus alas.

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